Cuando nos mudamos a Laferrere (Provincia de Buenos Aires) una noche mi mamá se levanta porque nuestro perro se había puesto muy inquieto, cuando sale ve a un perro negro con los ojos brillantes y mostrando los dientes que avanzaba hacia ella.

Esa noche se levanto mi papá, mi tío, mi tía, le tiraron un ladrillo al perro y seguía peleando con la cabeza torcida, un vecino saca la escopeta y le pega un tiro que lo voltea en el acto, lo envuelven en plástico y lo llevan a un sanjon cerca de casa.
Al otro día nos alistan para ir al colegio, cuando íbamos caminando a la esquina para tomar el micro era obligatorio pasar por el sanjon en donde habíamos tirado al perro muerto, mi mamá observa con sorpresa el plástico pero no había rastro del perro y nada de sangre, según dicen: es un mal que nos quisieron tirar y no pudieron porque Capitán nos salvo, fue el quien se puso adelante de mi mamá.
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